¿Puedo renunciar a mi hijo?

niño triste - copia

Desgraciadamente, no es ni la primera ni la última vez que escuchamos esta pregunta por parte de algún cliente.

A priori, podemos pensar que estamos ante un desalmado/a, que ¿Cómo se puede plantear algo así? Pero lo cierto es que, cuando nos adentramos en las circunstancias y situaciones a las que se enfrenta cada persona en sede de un proceso de separación, si no compartir, podemos empatizar con el grado de desesperación.

 

 

  • En ocasiones, los menores han sido manipulados por uno de los progenitores en contra del otro, o bien se han hecho una opinión propia en relación a uno de los progenitores que les lleva al rechazo continuo y persistente hacia dicho progenitor.
  • En otras, es un progenitor que pretende abusar y arruinar al otro, con pretensiones innecesarias e improcedentes o, si menos, abusivas-
  • A veces, hay progenitores que no dejan al otro progenitor relacionarse con los hijos comunes
  • Incluso en ocasiones, se utiliza el derecho penal indebidamente

Por estas y otras causas, a veces el progenitor se siente sobrepasado, superado, desesperado y frustrado pues, existe una fuerza mayor a él mismo que impide que haga una vida “normal” o que se pueda relacionar con sus hijos con “normalidad”. Y, además, no tienen ninguna expectativa de que la situación cambie o mejore con el tiempo. De aquí sale la cuestión: ¿Puedo renunciar a nuestros hijos?

Pues bien, la respuesta es clara, breve y concisa: NOOOOO!!!

Porque el interés de los menores está por encima de los intereses de los progenitores, prevaleciendo el derecho de los hijos a tener un padre y una madre; a relacionarse con ellos con normalidad; así como el derecho a comer, tener cubiertas sus necesidades y a ser cuidado por los padres.

El derecho de familia ha nacido para regular dicho ámbito, el familiar y, de entre otras cuestiones, en especial, para proteger a los hijos. Así en los procedimientos de familia, incluso en los de mutuo acuerdo, interviene el Ministerio Fiscal, con la finalidad de proteger a los menores y evitar que un mal acuerdo entre los padres pueda perjudicar a los hijos.

En conclusión, no se puede renunciar a los hijos pues, cuando nacieron, los progenitores firmaron un contrato de por vida con ellos y sus necesidades e intereses siempre estarán por encima de las de sus padres.